EL ESPÍRITU SANTO Y EL PECADO IMPERDONABLE.

Hay un pecado que Dios nunca perdonará.
Todos los demás se pueden perdonar, por muy odiosos que sean o por muy frecuentemente que se hayan cometido. Si bien Dios es santo y justo, también es Dios de amor. Envió a su hijo para que ocupara el lugar de los pecadores. Ruega con los pecadores que se arrepientan. La confianza del pecador reside en que Dios perdonará, excepto uno, todos sus pecados, una y otra vez, a causa de Cristo.
Se le puede perdonar al hombre todo pecado y blasfemia, pero la blasfemia contra el Espíritu no se perdonará (Mat. 12: 31). Si quien lee estas líneas comete este pecado, nunca se salvará, nunca tendrá una segunda oportunidad. Podrá leer la Biblia, escuchar la predicación del evangelio, pero la entrada al cielo quedará eternamente cerrada par él. Es demasiado tarde. Dios nunca perdonará. Toda la iglesia puede orar por él, pero de nada le servirá porque ha cometido un pecado de muerte (Jun. 5: 16). De hecho, la iglesia no debería ni siquiera orar por esa persona (1ª Jun. 5. 16). Según Jesús, ‘es reo de juicio eterno` (Mar. 3. 29) y nunca hallará perdón. Por consiguiente, es importante que sepamos lo que dice la Biblia acerca de esta pecado imperdonable, este pecado contra el Espíritu Santo.

A. LO QUE NO ES.

I. INCREDULIDAD FINAL.

A veces se afirma que el único pecado que Dios no perdona es la incredulidad en el momento de la muerte. Dios perdonará todos los demás pecados, se dice, excepto la falta de no confiar en Cristo para conseguir perdón.
Es cierto que no hay una segunda oportunidad después de la muerte; que si una persona muere sin creer, se pierde para siempre. En cierto sentido el no llegar a creer también podría llamarse pecado imperdonable. Pero lo que se suele llamar pecado imperdonable es un pecado que se comete antes de la muerte, quizá mucho antes. Cuando Jesús habló de este pecado, si bien no lo llamó el pecado imperdonable, se refirió a los fariseos, quienes no se encontraban a punto de morir (Mat. 12: 32; Mar. 3: 20; Luc. 12: 10). Cuando Hebreos 6: 6, dice que es imposible volver a renovar algunos para que se arrepientan, la implicación es que le pecado imperdonable no es un pecado que comete en el lecho de muerte., sino un pecado que se puede ocurrir mucho antes de ese tiempo,

II. NEGACIÓN DE CRISTO.

Algunos creen que si alguna persona, quien se le expone en una forma clara y poderosa el evangelio, rechaza el ofrecimiento del evangelio, entonces ha blasfemado contra el Espíritu Santo y no podría salvarse.
Pero esto no es bíblico, como se puede ver por la conversión de persona que en otro tiempo habían negado a Cristo, tales como Pablo (Hechos 26: 9; Ti. 1: 13), los hermanos de Cristo (Mar. 3: 21; Jun. 7: 5) y los sacerdotes judíos que se convirtieron con ocasión del martirio de Esteban (Hechos 6: 7). Además, Pedro negó a Cristo dos veces, y sin embargo Cristo lo perdonó después de la resurrección. Por otra parte, en el mismo discurso acerca del pecado que no tiene perdón, Cristo dijo que ‘a todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre le será perdonado’ (Luc. 12: 10). La blasfemia contra el Espíritu no es la duda de los creyentes, ni tampoco la acostumbrada negación razonada de Cristo y de Dios en general. El ateo no ha cometido necesariamente el pecado que no tiene perdón. Los que niegan a Cristo a veces acuden después a él y reciben perdón. Las personas que han negado a Cristo en el pasado no deberían asustarse ante esa posibilidad, con tal de que miren realmente a Cristo para obtener la salvación.

III. NEGACIÓN DE LA DIVINIDAD DEL ESPÍRITU SANTO.

A primera vista Jesús, en Mateo 12: 32; y Lucas 12: 9-10, parece que pone sobre aviso en contra de la negación de la divinidad del Espíritu Santo o en contra del empleo profano, frívolo y ligero del nombre del Espíritu en los juramentos. Describe al pecado como ‘hablar contra’ (Mat. Y ‘blasfemar’ Luc.) Contra el Espíritu Santo. Si bien hablar así es pecado, sin embargo, como veremos por Hebreos 6: 4-6, la negación de la divinidad del Espíritu y el empleo frívolo de su nombre no constituyen este pecado y pueden recibir perdón.

IV. CONTRISTAR AL ESPÍRITU SANTO.

Es posible que los cristianos pequen contra lo mejor de su conocimiento. David entendía claramente el sexto y séptimo mandamiento y sin embargo él causó la muerte de Urías y cometió adulterio con Betsabet. Pablo, Pablo a pesar de estar consciente de ello, hizo cosas que sabia no debiera haber hecho (Rom. 7). Y ¿Qué cristiano no ha tenido pensamientos malos e incluso blasfemos que sabe que son malos y que van en contra de sus mejore juicios? Pablo puso sobre aviso acerca de este pecar consciente cuando amonestó a los Efesios diciéndoles ‘no contristéis al Espíritu de Dios’ (Efe. 4: 30) y cuando pidió a los Tesalonicenses ‘no apaguéis al Espíritu’ (1ª Tes. 5: 19). Este resistir al Espíritu Santo, sugiere algunos constituye la esencia del pecado que no tiene perdón.
Sin embargo, si algunos cristianos han resistido al Espíritu de Dios, no deberían temer que con ello han blasfemado necesariamente contra el Espíritu Santo y nunca podrán llegar al cielo. A pesar de haber entristecido al Espíritu Santo, David era hijo de Dios; Pablo pudo exclamar más tarde, ‘Adba, Padre’; los Efesios habían sido elegidos para la adopción (Efe. 1: 5); y los Tesalonicenses habían sido elegidos (1ª Tes. 1: 4). Estos santos que habían entristecido al Espíritu Santo no estaban perdidos para siempre. Es grave que el cristiano resista a la obra del Espíritu Santo; sin embargo, seria falso y anti-bíblico pretender que tal pecado es la esencia de la blasfemia contra el Espíritu Santo.

V. CAÍDA DE LOS YA SALVOS.

Hebreos 6: 4, afirma que los que han cometido el pecado que no tiene perdón ‘una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos participes del Espíritu Santo’. A primera vista podría parecer que el autor habla de los cristianos y que la naturaleza del pecado ‘de juicio eterno’ (Mar. 3: 29) es una caída definitiva y completa. En otras palabras, algunos eran salvos, pero dejaron de crecer, cayeron, y dejaron de ser cristianos.
Ya que algunos cristianos han vivido sin una gran paz a causa del temor de haber cometido este pecado, es necesario afirmar enfáticamente que los cristianos no pueden blasfemar contra el Espíritu Santo. La gran verdad de la Biblia es: una vez salvo, salvo para siempre. Dios no es veleidoso o mentiroso, no deja sin terminar la obra que comienza (la regeneración), sino que Pablo está ‘persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo’ (Fil. 1: 6).
En Juan 10: 27-30, Jesús nos ofrece una de las afirmaciones más sólidas en el sentido de que los cristianos no se pueden perder. En primer lugar, dice que da vida eterna a sus ovejas, es decir, a los que creen en Él. Si alguien tiene vida eterna, no se puede perder. Si pudiera perderse, no tendría vida eterna, sino sólo vida temporal’. Entonces el texto diría: Yo les doy vida temporal’. Sin embargo Jesús describe expresamente la vida del cristiano como eterna. En segundo lugar, Jesús dice que ‘no perecerán jamás’. Esto contradice directamente a Hebreos 6: 4-6, si ese pasaje se interpreta en el sentido de que los cristianos pueden perecer. En tercer lugar, Jesús hace la afirmación general de que ‘nadie las arrebatará de mi mano’. Nadie, una tercera persona, el diablo o el cristiano mismo, pueden hacer que un cordero de Cristo se pierda. La razón es que el Padre dio las ovejas al Hijo y el Padre es mayor que todos. Por consiguiente, ‘nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Debido al testimonio de la salvación y debido a que la Biblia en cuanto a permanencia de la salvación y debido a la Biblia nunca se contradice a sí misma, es imposible interpretar Hebreos 6, en el sentido de que se refiere a los ya salvos que han perdido la salvación. Es importante subrayar que el pecado que no tiene perdón no es la caída definitiva de los cristianos. El cristiano no puede cometer le pecado que no tiene perdón.

B. QUE ES.

Si bien el blasfemo contra el Espíritu Santo no es cristiano, es alguien en quien el Espíritu Santo ha estado actuando, aunque no en una forma salvadora. Hebreos 6: 4-5, nos da la descripción mejor del blasfemo y de su pecado. Lo describe de seis maneras:

I. ILUMINADO.

El Nuevo Testamento emplea esta metáfora, en la misma forma que el hombre moderno, aplicándola al conocimiento. El hombre natural es ciego para las verdades espirituales, tiene entenebrecida la compresión. Y no puede entender las cosas del Espíritu de Dios. Dice la Biblia que al nacer de nuevo se le abren los ojos y se le ilumina la mente, de forma que adquiere un conocimiento básico de la verdad. En el caso del pecado imperdonable, sin embargo, el hombre recibe iluminación sin experimentar la influencia regeneradora y salvadora del Espíritu Santo. Hebreos 10: 26, dice que recibió conocimiento de la verdad.
La Biblia nos describe más esta iluminación. Pero resulta instructivo a este respecto lo que dice Jesús en cuanto a la blasfemia contra el Espíritu. Jesús había realizado grandes milagros en presencia de los fariseos. Había sanado a un hombre echando de él un demonio, haciendo que viera y hablará. La divinidad de Cristo era tan manifiestamente visible que ‘toda la gente estaba atónita y decía: ¿Será éste aquel Hijo de David?’ Mat. 12: 23). Este conocimiento calve de Cristo formó parte de la iluminación que recibieron los fariseos que blasfemaron contra el Espíritu Santo.
Judas es otro ejemplo. La presencia y las conversaciones de Jesús lo iluminaron y probablemente experimentó al igual que los otros discípulos el poder del Espíritu Santo para realizar milagros. Sin embrago, abiertamente renunció a su Señor. Probablemente Balaam también cometió este pecado, al dejarse llevara por el odio hacia Dios. Sin embrago había recibido iluminación de manera que incluso profetizó en cuanto al futuro Mesías. Si el rey Saúl y Caifás son otros ejemplos de los que cometieron este pecado, es digno de mención que también ellos recibieron la iluminación del Espíritu.

II. GUSTAR DEL DON CELESTIAL.

El don es la vida y obra de Cristo. No fue de la tierra, sino celestial, es decir, fue de naturaleza divina y de origen celestial. Las personas culpables lo habían gustado en realidad. No sólo habían oído acerca de Él, sino que lo habían visto por si mismos, lo habían visto actuar, y habían oído sus enseñanzas. No habían gustado de Cristo en una comunión genuina, pero sí en cuanto habían tenido experiencias personales con Él. Este conocimiento de primera mano hizo más grave aun su pecado.

III. PARTÍCIPES DEL ESPÍRITU SANTO.

Esto no puede significar que los culpables hayan sido morada del Espíritu Santo de manera que estuvieran místicamente unidos a Cristo como lo están los pámpanos a la vid (Jun. 15). Porque esto es así sólo en el caso de los salvos, y como hemos visto, los que han cometido el pecado imperdonable no son cristianos.
Probablemente esta participación se refiere a la participación en la obra e influencia del Espíritu. El Espíritu Santo actúo en formas milagrosas y proféticas incluso por medio de los no creyentes. Los no regenerados Balaam, Saúl y Judas son ejemplos de hombres en quienes el Espíritu actuó. Jesús también indicó que los no creyentes participan del Espíritu en este sentido cuando profetizó que muchos dirían; ‘Señor, señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ (Mat. 7: 22). Y, sin embargo, les dirá que nunca los conoció. También la iluminación intelectual, pero no salvadora se puede considerar como parte de la participación del Espíritu Santo.

IV. GUSTAR DE LA BUENA PALABRA DE DIOS.

La persona que comete el pecado imperdonable ha gustado la buena palabra de Dios. Lo vital en este caso es la palabra buena. El pensamiento en esencia consiste en que ha encontrado que la palabra de Dios, el evangelio, es buena. El corazón se le ha caldeado ante las buenas nuevas de salvación. No se ha alimentado plenamente de la misma, pero la ha gustado. Su corazón se le ha regocijado con ella. Es como la semilla que cayó en el suelo rocoso. Recibe la Palabra con ansia y gozo, pero desmaya cuando llega la persecución (Mar. 4: 16-17). Es como el rey Herodes, quien escuchó con gusto a Juan (Mar. 6: 20) y sin embargo rechazó el mensaje de Cristo que él le dio. Percibe que es bueno, pero en realidad no lo come.

V. GUSTAR DE LOS PODERES DEL SIGLO VENIDERO.

La palabra poderes se emplea en Hebreos 2: 4, en relación con los milagros, y posiblemente este es el significado en este caso. Entonces seria como repetición de lo ya dicho.

VI. RECAER.

A pesar de este conocimiento y experiencia tan lúcidos, los blasfemos renunciaron a Cristo. No con la duda usual ni la incredulidad ordinaria; no a regañadientes y en contra de su propia voluntad como Pablo pecó (Rom. 7), no con tristeza o compunción como las que experimentó Pedro después que hubo negado a Cristo; sino ‘voluntariamente, Heb. 10: 26), deliberadamente.
El ejemplo más claro de esta blasfemia es el repudio de Cristo por parte de los fariseos en las circunstancias ya mencionadas en los Evangelios. Los fariseos habían visto claramente a Dios Todopoderoso con sus propios ojos, lo habían oído y tocado. Lo vieron enseñara como ningún otro mortal. Lo habían visto realizar milagros muchas veces. En esta ocasión lo vieron realizar tres milagros en una sola persona: cuando devolvió la vista, dio el habla, y arrojó un espíritu demoniaco. Sin embargo se negaron a admitir que era Dios. Por el contrario, llenos como estaban del veneno del odio, no sólo negaron que fuera Dios., sino que lo acusaron de que había echado al demonio siendo él mismo un demonio. Hicieron de Dios Satanás, y Satanás de Dios; fue una rebelión diabólica contra Dios.
Este mismo pecado puede ocurrir hoy día tanto como ocurrió en la época bíblica y en contra de la divinidad Trinitaria. Si bien ya ha pasado la era de los milagros como señal, es posible que el hombre moderno, iluminado por el Espíritu de Dios y habiendo gustado que la Palabra de Dios es buena, se revele contra Cristo en forma abierta y descarada sin ningún remordimiento. Así ocurre sobre todo el caso de los que han sido educados en hogares e iglesias cristianas, donde han escuchado el evangelio durante años en forma completa, clara y adecuada. Es posible que reciban el calor de la presentación clara del evangelio y luego en forma voluntaria, maliciosa y abierta renuncien a Cristo por completo.

C. EL CASTIGO.

Las consecuencias de esa blasfemia so trágicas. Esos hombres nunca se pueden salvar. Nunca tendrán oportunidad para creer. ‘Es imposible, que sean, otra vez renovados para arrepentimiento’ (Heb. 6: 4-6), que el Espíritu Santo los ilumine o mueva de nuevo. Como vieron, gustaron y experimentaron los dones celestiales, su condenación será mayor. Y ‘no les será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero’ (Mat. 12: 32). Porque es ‘pecado de muerte’, por el cual ninguna iglesia debería orar si tiene entendido este gran pecado que hoy son visibles, según lo que estudiamos (1ª Jun. 5: 16) es pecado que ‘no tiene jamás perdón’ (Mar. 3: 29).
La palabra ‘imposible’ de Hebreos 6: 4, no quiere decir que el alma se ha endurecido demasiado para que el Espíritu Santo la toque. El Espíritu Santo es Omnipotente y puede hacer lo que quiere. Incluso puede convertir a piedras en hijos de Dios (Mat. 3: 9). Pero es ‘imposible’ porque Dios ya no quiere convertir el alma. Este es el castigo: que Dios abandona al pecador a sus propios pecados, (Dios no miente).
El juicio se parece al que se menciona en Romanos. Algunos, dice Pablo, conocieron claramente a Dios; sin embargo no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que suprimieron este conocimiento, se volvieron vacios y necios, y convirtieron la gloria del Dios incorruptible en la imagen del hombre corruptible, aves y animales (Rom. 1: 18-23). El castigo que recibieron fue la esencia de Dios en su corazón, el ser abandonados a sus propios deseos y pasiones, y tener una mente réproba (Rom. 1: 24-32). Como el hombre está tan corrompido moralmente, abandonarlo a sus propios gustos se puede asegurar que nunca se convertirá. Esta es precisamente la clase de castigo que Dios repara a los que han blasfemado contra el Espíritu Santo.
Este castigo se puede comparar a la forma en que el campesino trata al suelo estéril. Sin un pedazo de terreno., después que ha llovido mucho, no produce cosecha sino sólo espinas y malezas, se lo considera sin valor, bueno sólo para ser consumido por el fuego. Así también, si alguien no produce ni fe ni buenas obras después de que ha sido bendecido con la presencia y acción poderosa del Espíritu Santo, entonces también él carece de valor, es repudiado y considerado bueno sólo para consumirse en el fuego del infierno (Heb. 6: 7-8).
Si después de enterarse de este castigo ‘horrendo’ (Heb. 10: 27), alguien tiembla de miedo al pensar que ha cometido ese pecado y desea ser salvo, tenga la seguridad de que no está perdido para siempre.
EN PRIMER LUGAR, si alguien pide a Jesucristo que lo salve, puede tener la seguridad absoluta de que Jesús lo aceptará, porque él mismo dijo, ‘al que a mí viene, no le echo fuera’ (Jun. 6: 37). Dios acogerá benignamente a todo aquel que se acerca a él con fe, sin tener en cuenta lo odiosos que hayan podido ser sus pecados. Este es el gran mensaje de la Biblia.
EN SEGUNDO LUGAR, la esencia misma del pecado imperdonable es que al pecador no le preocupa ser salvo. Odia a Cristo y lo último que le ha de preocupara es si ha hecho al malo o no. Dios ha abandonado a esa persona a sus propios deseos, los cuales, sin la influencia del Espíritu, lo alejan siempre de Dios en lugar de acercarlo a Él. En temor religioso no es posible en una persona así. Si alguien está temeroso en estos momentos, entonces esa misma ansiedad es señal de la acción del Espíritu en su vida. Porque sin el Espíritu nadie puede temer, ni preocuparse, ni desear ser salvo.
Si bien algún lector quizá no haya cometido le pecado imperdonable, existe claramente la posibilidad de cometerlo en el futuro. Tampoco lo Hebreos habían cometido el pecado. Por eso el autor dice, inmediatamente después de esta sección acerca de la blasfemia contra el Espíritu santo, que estaba persuadido de esas mejores en cuanto a ellos (Heb. 6: 9). Pero con todo les envió por escrito una amonestación apremiante, porque existía el peligro de que cayeran en ese error tan grava.
Habían escuchado el evangelio de salvación, pero no lo habían aplicado a su propia vida en la forma adecuada. Para el momento cuando fue redactada la carta deberían haber sido maestros. Y sin embargo seguían sentados en las bancas y tenia que enseñárseles `los primeros principios’ de la Biblia. Sólo podían beber leche, no masticar alimento solido, aprendían con cansancio y lentitud. Por consiguiente, el autor los amonesta porque si bien estaba persuadido de cosas mejores en cuanto a ellos, existía el peligro verdadero de que pudieran apostatar. Resultaba posible que algunos habiendo escuchado el evangelio con tanta claridad e incluso habiendo recibido nociones del Espíritu que les habían hecho gustar que la Palabra de Dios era buena, cayeran. De ocurrir esto, nunca podrían volver a Dios para ser salvos.
El remedio obvio para el que teme que puede caer en un estado semejante es acudir inmediatamente a Cristo. Nunca se debería posponer tal acción, porque es parte de la naturaleza misma de este pecado, que los que ya saben lo que tienen que hacer pospongan la decisión hasta un momento más oportuno (Hechos 24: 25). En lugar de posponer, el que tiene verdadera preocupación de no caer en el pecado imperdonable debería asegurase de que busca al único Salvador, al Dios hombre Jesús, para que lo salve.

EN TERCER LUGAR, debería estudiar la Palabra de Dios de manera que progrese más allá de los primeros principios de Cristo, la leche de la Palabra (Heb. 5: 12—6: 1). El que no estudiaran y crecían en la palabra de Dios era la razón principal de la preocupación del autor respecto a los Hebreos. Obviamente, el remedio principal para los Hebreos era dedica más tiempo a las Escrituras. Esto significa para nosotros leer la Biblia a diario, emplear ayudas tales como referencias y comentarios, asistir a la iglesia regularmente, aprenderse de memoria versículos, asistir a grupos de estudio bíblico, y meditar la Palabra de Dios. Cuando una persona acude a Cristo y estudia su Palabra, puede tener la seguridad de que es hijo de Dios, salvado por Jesús y que nunca se perderá.