EL ESPÍRITU SANTO Y LA IGLESIA.

Después de estudiar en primer lugar la acción del Espíritu en el terreno objetivo, hemos examinado, con amplitud, su acción en el creyente individual. La Biblia va más allá de este enfoque atomístico, sin embargo. También revela una acción corporativa del Espíritu, es decir, una acción que se refiere a los creyentes tomados colectivamente. Nos dice lo que hace el Espíritu, no sólo en el creyente como individuo, sino en la iglesia como un todo. Es más que coincidencias que el Credo de los Apóstoles, después de confesar la creencia en el Espíritu Santo, confiese inmediatamente que hay una iglesia santa, cristiana universal, y la comunión de los santos. En este estudio por tanto, examinaremos el tema, El Espíritu Santo y al iglesia, y observaremos, en forma sucesiva, que el Espíritu Santo, establece, unifica, pertrecha, gobierna, y guía a la iglesia .

A. EL ESPÍRITU SANTO ESTABLECE A LA IGLESIA.

Dios tiene una iglesia sobre la tierra que se compone de todos los verdaderos creyentes. Ningún hipócrita se encuentra en ella. Es un organismo espiritual del cual es miembro todo creyente verdadero, sea cual fuere su afiliación a organizaciones externas. Esta iglesia es cuerpo en el cual todos los miembros están vitalmente unidos, de manera que no viven sólo por si mismos y para si mismos, esto es aparte de los demás; sino que están unidos unos con otros en un enlace real.
Se entra a formar parte de esta iglesia por Jesucristo. El es la puerta. Nadie entra en la iglesia sino por la puerta. Pero fuera de la puerta, por así decirlo, está el Espíritu Santo, quien en forma soberana se acerca a ciertos individuos y los conduce irresistiblemente hacia esa puerta, y a través de ella, de manera que se conviertan en miembros de la iglesia de Jesucristo. En otras palabras, el Espíritu Santo establece la iglesia de Cristo.
La naturaleza y método de esta acción fundadora del Espíritu se ven claramente en la Biblia. Nos percatamos que a fin de entrar a formar parte de la iglesia, uno debe nacer de nuevo por el Espíritu Santo, como Jesús indicó a Nicodemo cuando dijo, ‘El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios (Jun. 3: 5). ‘Todo miembro debe confesar también que Jesucristo es Señor, y esto sólo se puede hacer con el poder del Espíritu. Dijo Pablo, ‘Nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús: y nadie puede llamar a Jesús Señor sino por el Espíritu Santo’ (1ª Cor. 12: 3). En el mismo capítulo Pablo afirma en forma específica, que las personas se unen a la iglesia por medio del Espíritu. Al comparar la iglesia con un cuerpo, dice; ‘Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu’ (1ª Cor. 12: 13). El significado esencial de bautizar es unir. Así pues, Pablo nos dice que quienes quiera que seamos, podemos pertenecer a la iglesia invisible sólo por medio del Espíritu Santo. Estos pasajes nos enseñan que es el Espíritu Santo el que nos une a la iglesia, de la cual Cristo es la cabeza. Establece la iglesia de Cristo por medio de la regeneración. Del mismo modo que el Espíritu Santo formó el cuerpo físico de Jesucristo en la encarnación, así también forma el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la iglesia.
No debería pensar, como algunos pretenden, que el Espíritu fundó la iglesia en Pentecostés y no estuvo activo en la iglesia del tiempo del Antiguo Testamento. Esteban habló de la iglesia ya existente incluso en el desierto (Hechos 7: 38). Pablo, dijo que los Efesios gentiles eran uno con Israel porque estaban en Cristo Jesús (Ef. 2: 11-16). Y Pablo, al comenzar en forma infalible (Oseas 1) interpreta las alusiones de Oseas a los Israelitas del Antiguo Testamento como si aplicaran a los cristianos romanos (Rom. 9: 24-26). Así pues, la iglesia es una tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y siempre ha sido el Espíritu Santo quien ha introducido los nuevos miembros a la iglesia, ya fuera en la dispensación del Antiguo Testamento ya en la del Nuevo.
Como no hay hipócritas engañadores en el cuerpo místico de Cristo, es decir, la iglesia invisible de Jesús. Y como no hay salvación fuera de la iglesia invisible de Cristo, cada uno debería preguntarse si ha sido bautizado en el sentido espiritual por el espíritu Santo para entrar a formar parte del cuerpo de Cristo. Sin este bautismo no hay salvación.

B. EL ESPÍRITU SANTO UNIFICA A LA IGLESIA.

El Espíritu Santo no sólo establece la iglesia invisible de Cristo al regenerar a los creyentes e incorporarlos con ello al cuerpo de Cristo, sino que también unifica a la iglesia. Lo hace morado en los miembros de la iglesia. ¿‘No sabéis que sois templos de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros’? (1ª Cor. 3: 16). ¿’Os ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios’? (1ª Cor. 6: 19). Por medio de este morar constantemente del Espíritu los miembros de la iglesia es siempre el mediador de la unión del creyente con Cristo, es decir, Cristo mora en el creyente por medio del Espíritu a través de Él. Como dice Pablo, ‘Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él’ (Rom. 8: 9). Así pues, porque el Espíritu mora en el creyente, Jesús también viene a morar en él. De esta forma cada uno de lo creyentes se convierte en miembro permanente de la iglesia de Cristo y queda unido a la iglesia invisible.
No sólo los creyentes individualmente mantienen una unión vital y mística co Cristo, la cabeza, sino que también mantienen una unión real entre sí. No son otros tantos individuos separados uno de los otros sin conexión mutua. Antes bien, aunque son muchos diferentes, están unidos por el Espíritu de tal forma que juntos se pueden comparar a un cuerpo, el cual se compone de muchos miembros y sin embrago es una unidad. Por eso dice Pablo; ‘Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo siendo muchos son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos bautizados en un cuerpo’ (1ª Cor. 12: 12-13). En Efesios, utilizando  la misma ilustración exhorta a sus lectores a que sean ‘solícitos en guardar la unidad del Espíritu’ (1ª Cor. 4: 3), y luego dice, hay ‘un cuerpo, y un Espíritu’.
En el capítulo anterior Pablo, utiliza otra metáfora para ilustrar la unidad que el Espíritu Santo crea entre los miembros de la iglesia. Los compara a materiales de construcción que se emplean para edificar un templo. Así como los ladrillos y las tablas, que por sí mismas tiene relación mutua sino que son entidades separadas y desconectadas, viene a unirse para formar una unidad hermosa, un templo; así también las persona, quienes antes de que el Espíritu more en ellas no tienen unidad básica entre sí, se unen por la acción del Espíritu que mora en ellas para formar un templo hermoso, la iglesia invisible de Jesucristo. Para usar las mismas palabras de Pablo, el grupo de creyentes ‘bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu’ (Efe. 2: 21-22). Es importante advertir que este enlace que el Espíritu crea no es simplemente una unión de sentimientos. No es simplemente un asunto de amor por los otros miembros, aprecio por los mismos, agrado por sus características. No es una unidad mental, como la que se puede establecer incluso con un no creyente. Hay una unión mística con el Espíritu que mora en los creyentes, la cuál evidentemente establece una conexión tan real entre mismos que Pablo no la compara a un vago sentimiento mental, sino a al relación que varias partes del cuerpo tiene entre sí. Jesús incluso compara la unión de los creyentes con la unidad en la Trinidad (Jun. 17: 11).
Esta unidad básica de los creyentes que el Espíritu establece tiene una implicación de gran alcance para la iglesia visible; a saber, que esta unidad invisible y subyacente debería manifestarse en una forma visible siempre que sea posible. A veces, por reacción contra el movimiento modernista que procura unir a todas las iglesias, la ortodoxia va al extremo opuesto, a saber, al movimiento de independencia. Si bien no seria bíblico que una denominación ortodoxa se uniera con una denominación modernista, los miembros de la iglesia invisible de Jesucristo no deben, sin necesidad y sin buena justificación, dividir la iglesia visible en denominaciones separadas. Al contrario, las denominaciones deben esforzarse por unirse, en tanto en cuanto el evangelio de Jesucristo no se ves comprometido. La unidad básica, espiritual y subyacente debe manifestarse en la iglesia visible. Deberíamos estar ‘solícitos en guardar le unidad del Espíritu’ (Efe. 4: 3) y ser uno, como Cristo y el Padre son uno (Jun. 17: 11).

C. EL ESPÍRITU SANTO PERTRECHA A LA IGLESIA.

Si bien el Espíritu establece la unidad en la iglesia, este hecho no significa que haya uniformidad. Puede haber diversidad en la unidad, como ocurre en una orquesta, compuesta de violines, cuernos franceses, clarinetes, oboes y timbales, pero que forma un todo compuesto. ‘Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo’ (1ª Cor. 12: 4). Hay miembros diferentes, pero un solo cuerpo.
En lugar de eliminar las características distintivas de cada miembro, el Espíritu Santo las establece. Esto está de acuerdo con el conjunto de su obra. Al crear a los hombres, no los hace a todos iguales, como automóviles que salen de la línea de ensamblaje, sino que dota a las personas de dones variados, tanto físicos como mentales. En el Antiguo Testamento, también se ve que dio a algunos hombres dones especiales y diversos. A algunos les dio habilidades artísticas, a otros capacidad de gobernar, y a otros el don de discernimiento. Otros recibieron sabiduría militar, valor o fortaleza física. Incluso en el cielo no habrá la monotonía de la uniformidad, sino la riqueza de la variedad.
De manera semejante, cuando el Espíritu Santo vino en Pentecostés a la iglesia del Nuevo Testamento, dio dones diversos a los miembros de esa iglesia. Algunos les comunicó dones muy especiales, como el don de lenguas, el de profecía, el de milagros, el de sanidad. A otros el Espíritu les otorgó dones más ordinarios, los que han permanecido a lo largo de la historia de la iglesia. ‘El mismo constituyó a unos, Apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros’ (Efe. 4: 11). A otros otorgó el don de fe, amor, hospitalidad, generosidad, sabiduría y otros innumerables talentos que se encuentran en los creyentes de hoy. De hecho, nadie en la iglesia verdadera de Cristo se halla sin algún don. Porque ‘a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho’ (1ª Cor. 12: 7).
El Espíritu dio estos dones para provecho y beneficio de la iglesia como un todo, y no sólo para que el individuo utilice y disfrute del mismo. Así Pablo indica que la nariz es muy útil si se emplea para bien de los otros miembros del cuerpo, pero por sí misma de nada sirve. Y el valor del ojo se pierde a no ser que se emplee en cooperación con los pies, las manos y la cabeza (1ª Cor. 12). Las partes han de utilizarse para el todo.
Pablo lo afirma en forma bien destacada en varios lugares. En 1ª Corintios 12, que trata en su totalidad de estos dones, escribe que ‘a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho’ (1ª Cor. 12: 7), es decir para el bien general de los otros miembros. Al hablar del don de lenguas, dijo que era mejor pronunciar cinco palabras con entendimiento que diez mil que no se aprovecharía de ello (1ª Cor. 12: 19). El don de lenguas debería ser para edificación de la iglesia. En Efesios, Pablo dice que el comunicar dones es para perfeccionar a los santos y edificar el cuerpo de Cristo (Efe. 4: 12). Se dan para ayudar a que los otros miembros se conviertan en hombres crecidos, y se desarrollen hasta alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo.
El Espíritu pertrecha a la iglesia de Cristo de esta forma. Escoge en forma soberana, a los miembros de entre toda la raza humana, y luego pertrecha a cada uno de ellos con talentos que sabe que serán beneficiosos para la iglesia como un todo. A diferencia del presidente de un país, quien sólo puede escoger a sus ministros, el        Espíritu Santo, en nombre de Jesús, puede escoger no solo a los miembros de la iglesia sino también dotarlos de los dones necesarios para desempeñar su misión. Esto lo hace en forma absolutamente soberana, no dependiendo de nosotros, sino distribuyendo ‘a cada uno en particular como él quiere’ (1ª Cor. 12: 11).
La iglesia es pues como un templo que se compone de ‘piedras vivas (1ª Ped. 2: 5) que han sido escogidas y modeladas con cuidado. Por sí mismas constituyen un montón informe, sin belleza ninguna. Pero una vez escogidas y preparadas par una tarea especial, ‘encajan bien juntas para formar el templo santo de Dios’.
Esta enseñanza significa que cada uno de los que están en la verdadera iglesia de Jesucristo debe tener cuidado de utilizar sus dones para la iglesia. Todos y cada uno han sido dotados por el Espíritu con algún don para la edificación de los demás. Nadie puede decir: ‘soy demasiado viejo o demasiado débil’, o soy demasiado joven o demasiado insignificante’. Quizá sea don destacado, o quizá no tan evidente. Quizá es el don de amabilidad y servicio. Cada uno, sin embrago posee un talento recibido el Espíritu, y nadie puede ocultarlo, sino que debe utilizarlo, y nadie puede ocultarlo, sino que debe utilizarlo y desarrollarlo. Al cristiano se le pide que utilice, no para su propio bien, sino para le ‘edificación de la iglesia de forma que ‘bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor’.

D. EL ESPÍRITU SANTO GOBIERNA LA IGLESIA.

La iglesia de Jesucristo tiene por lo menos dos aspectos: uno invisible y otro visible. Lo que se ha dicho acerca de la fundación, unificación y dotación de la iglesia se aplica a cada uno de los verdaderos miembros de la iglesia invisible. Pero esta iglesia también se revela en organizaciones e instituciones visibles. Jesucristo, por medio de sus apóstoles, fundó la iglesia como institución. A esa iglesia le dio instrucciones respecto a su misión, forma de gobierno, cuidado de los pobres, miembros, disciplina, sacramentos y otros aspectos semejantes.
Hoy día Jesús, por medio del Espíritu Santo, gobierna a la iglesia visible como organización en sus varias actividades. En primer lugar, 1ª Corintios 12: 28, al igual que Romanos 12, indica que el Espíritu Santo provee liderazgo humano al dar a algunos el don de ser Apóstoles, a otros Profetas, o maestros, o dirigentes del gobierno de la misma.
Además, en la historia de la iglesia primitiva hay numeroso ejemplos del Espíritu Santo que guía y dirige a la iglesia. El Espíritu Santo dijo a la iglesia de Antioquia que ordenara a Pablo y a Bernabé como misioneros (Hechos 13: 29. A Pablo lo guió en sus viajes misioneros, prohibiéndole, por ejemplo, ir a la provincia de Asia Menor, pero diciéndole en una en una visión que fuera a Macedonia (Hechos 16: 6-7). Dirigió las decisiones del concilio de Jerusalén (Hechos 15: 28) y se dirigió a las siete iglesias de Asia Menor (Apo. 2: 3). En muchos de estos casos, gobernó, no solo por medio de las Sagradas Escrituras sino también por revelación especial, fenómeno que en la actualidad no poseemos. El Espíritu Santo no nos habla hoy día mediante visiones, palabras o con cartas inspiradas. Sin embargo, estos ejemplos sí indican que el Espíritu dirigía y gobernaba esa iglesia, y podemos muy bien esperar que lo mismo suceda hoy día, sin tales revelaciones especiales. Podemos esperar que el Espíritu en la actualidad envíe a un determinado ministro a cierta iglesia, escoja a ciertos diáconos y ancianos en una iglesia especifica, en un momento determinado y gobierne a la iglesia de otras formas.
Esta esperanza se conforma con el pasaje bien claro de Hechos 20: 28, donde Pablo amonesta a los ancianos de Éfeso, ‘Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor. Sí bien es cierto que Jesús es la Cabeza de la iglesia, y que es él quien escoge a los oficiales, sin embargo, como indica este versículo, lo hace por medio del Espíritu Santo. Porque Pablo dice, ‘el Espíritu Santo os ha puesto por obispos’, es decir, ancianos. Como Él es quien nombra a los ancianos, y como Cristo, por medio del Espíritu, es la cabeza de todas las partes de la iglesia se puede presumir que el Espíritu también nombra a los ministros y diáconos.
Este nos sirve de consuelo tanto como de amonestación. Nos sirve de consuelo porque sabemos que los oficiales de una iglesia que es fiel a Dios no son elegidos por la congregación en forma separada de Dios. Antes bien, el Espíritu Santo utiliza a la congregación para elegir a los hombres que él ha elegido. El, y no la congregación, nombra y pertrecha a estos oficiales representativos de Cristo en su iglesia como organización. ‘El Espíritu Santo os ha puesto por obispos’. Resulta, pues, consolador saber que la iglesia en forma visible y organizada está gobernada por el Espíritu, y ello nos da garantía de que todo sea para bien.
Sin embargo, Dios permite a los oficiales cierta libertad. Puede pecar y actuar en contra de la voluntad revelada de Dios. Es más que obvio que Dios no los obliga a no pecar en sus actividades de liderazgo. Y debido a esta posibilidad de pecar. Pablo amonestó a los ancianos de Éfeso para que apacentaran la iglesia de Cristo. Y para refrendar esta exhortación, les recordó que, si bien eran escogidos por hombre, sin embargo había sido el Espíritu Santo quien, en último término, los había hecho ancianos. Siendo esto así, su responsabilidad era mayor, porque no eran responsables en primer lugar ante la iglesia de Antioquia, sino ante el Espíritu Santo.
También hoy resulta consolador el hecho de que el Espíritu gobierna a la iglesia, y por consiguiente que las puertas del infierno no puedan prevalecer contra ella. Sin embargo, tanto la congregación como los oficiales deben recordar que precisamente porque el Espíritu Santo la gobierna, su responsabilidad es tanto más seria.

E. EL ESPÍRITU SANTO GUÍA LA IGLESIA.

Una actividad del Espíritu Santo en relación es que la guía y dirige hacia la verdad-. Sobre la iglesia hubiera descendido una catástrofe si el Espíritu no la hubiera iluminado, sino que hubiera permitido que tropezara en su ceguera nacida del pecado.
Pero no es este el caso, Cristo prometió que el Espíritu de verdad guiaría a la iglesia hacia toda la verdad (Jun. 16: 13) y esto es lo que ha sucedido de hecho. A lo largo de la historia de la iglesia se ha ido desarrollando paulatinamente el entendimiento de la Biblia, de manera que hoy día muchos miembros no expertos de la iglesia comprenden más que algunos de los estudiosos de la iglesia primitiva. Porque bajo la dirección del Espíritu Santo, se han llevado a cabo estudios teológicos profundos, discusiones prolongadas, e incluso controversias violentas, a veces durante siglos acerca de un solo tema tal como el de la persona y naturaleza de Cristo. El resultado ha sido que, con la iluminación del Espíritu, la iglesia ha llegado a aceptar como obvias, verdades de las que no habían tenido conciencia los miembros de la iglesia en siglos anteriores.
Así pues, el Espíritu condujo a la iglesia primitiva a una comprensión mejor del hecho de la Trinidad. Pero esa iglesia todavía no aceptó en forma plena la doctrina de la Persona y naturaleza de Cristo. El Espíritu Santo la guió a lo largo de extensos periodos de controversias teológicas, y poco a poco produjo la formulación cuidadosa de estas verdades, en importantes concilios de la iglesia. Pero incluso entonces la iglesia no comprendió en forma completa que la salvación era sólo por gracia y no por obras nuestras. Bajo la influencia del Espíritu, grandes hombres de Dios tales como San Agustín, refutaron el error pelagiano del libre albedrio y ayudaron a la iglesia a ver la verdad bíblica de la gracia soberana. Aunque la iglesia había recorrido un largo camino, sin embargo se guía siendo ignorante en cuanto a otros hechos bíblicos importantes. Pero el Espíritu santo, mediante el estudio y la controversia sostenida entre hombres, iluminó sus mentes, de forma que paulatinamente la iglesia de Jesucristo llegó a entender, de modo más pleno, las verdades históricas básicas que hoy día sostenemos, tales como la justificación por fe, le infalibilidad de la Biblia, la naturaleza de la iglesia, el reto misionero, la escatología, e incluso el tema de este estudio, la doctrina del Espíritu Santo. Debido a nuestro pecado sigue habiendo diferencias de opinión en cuanto a muchos puntos, pero subsiste el hecho de que en general el Espíritu Santo ha guiado a su iglesia a la verdad.
Debemos sentir mucha gratitud hacia el Espíritu por esta actividad directriz. Y que diga: ‘no necesito doctrina. La Biblia me basta’. Una actitud tal revela una ignorancia crasa de la obra del Espíritu. Porque el Espíritu Santo ha estado actuando no sólo cuando personas insignificantes como nosotros leemos la Biblia o sólo cuando un predicador explica la Escritura en un sermón. Dios ha estado dando el don del Espíritu a la iglesia por miles de años. Durante ese tiempo he hecho que muchas personas de distintas iglesia y de todos los países comprendan mejor la Biblia. El resultado es que, por medio de la dirección del Espíritu, se ha ido acumulando en la iglesia de Jesucristo un enorme tesoro de conocimientos, de manera que hoy día la iglesia es incomparablemente más rica de lo que era en tiempos de Jesús. Hacer caso omiso de este conocimiento es despreciar el Espíritu de verdad. Por tanto es responsabilidad de cada uno de nosotros llegar a conocer lo que el Espíritu nos ha dado a lo largo de los siglos. Debemos estudiar no sólo la Biblia, sino también ese gran depósito de conocimientos que el Espíritu ha ido acumulando a lo largo de los siglos para el bien de toda su iglesia y no únicamente para el bien de unos cuantos cristianos de un tiempo determinado.

CONCLUSIÓN.

Resumiendo, vemos la gran obra del Espíritu Santo no sólo en el individuo, sino también en los individuos unidos en la iglesia de Jesucristo. Bajo la dirección de Jesús, el Espíritu Santo establece, unifica, pertrecha, gobierna y dirige a la iglesia. Este hecho nos trae seguridad y felicidad, porque el Espíritu Santo, siendo Dios, consigue ciertamente sus propósitos. El demonio no puede prevalecer contra la iglesia. Esta seguirá a lo largo de los siglos, gobernada y dirigida por el Espíritu, de manera que sea exactamente el tipo de la iglesia que Jesucristo quiere que sea.
Al mismo tempo, esto pone responsabilidades sobre todos nosotros. Cuando caemos en cuenta de que es el Espíritu Santo el que establece a la iglesia, entonces debemos preguntarnos: ¿Hemos nacido de nuevo, del Espíritu, para poder entrar en la iglesia invisible de Jesucristo, fuera de la cual no hay salvación?
Como el Espíritu conduce a los miembros de la iglesia de Cristo a esa unión mística con Cristo entre sí, es deber de cada uno de nosotros procurar no perturbar esa unidad en el terreno visible. No debemos y reñir entre los miembros de la misma iglesia, antes bien, deberíamos procurar la unidad organizacional con todos los verdaderos miembros de la iglesia de Cristo, incluso con los que no pertenecen a nuestra denominación, si esto se puede conseguir sin comprometer nuestros principios doctrinales.
Como el Espíritu Santo pertrecha a cada uno de los miembros de la iglesia de Cristo con dones o talentos, es imperativo para todo cristiano descubrir cuáles son los suyos y emplearlos para el desarrollo de la iglesia.
Ya que los ancianos, diáconos, y ministros de esta iglesia visible son puestos por el Espíritu Santo, cada uno de ellos debe caer en cuenta de la seriedad de su posición y tratar de esforzarse más para desempeñar bien sus deberes.
Finalmente como el Espíritu ha guiado a su iglesia desde su comienzo, es necesario que cada uno de nosotros estudie la Biblia a la luz de esta vasta acumulación de conocimientos que el Espíritu ha dado a su iglesia.

Debido a la acción del Espíritu en la iglesia, so sólo hay bendiciones para sus miembros sino también deberes solemnes. Que el Espíritu Santo nos guíe a cada uno de nosotros en el cumplimiento de los mismos.