LA REGENERACIÓN EN SI MISMA

Es claro que los que viven y mueren no regenerados no pueden ser salvos. No hay salvación de la miseria eterna para los que no son liberados del estado de pecado. Si podemos ser salvos sin regeneración, sin la renovación de nuestra naturaleza, entonces no había necesidad de que todas las cosas fueran hechas nuevas por Cristo Jesús. Si los hombres pueden ser salvos en el estado de maldad traído a nosotros por la caída de Adán, entonces Cristo murió en vano.
Jesús dijo, .El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3). Lo que Jesús llama nacer otra vez en este verso, lo llama ser nacido del Espíritu en los versos cinco y seis porque es la obra del Espíritu Santo sola de hacer esta obra de regeneración (Juan 6:63; Ro. 8:11). Dios nos salva de acuerdo a su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y el renovación del Espíritu Santo (Tito 3:5; Juan 1:13; Santiago 1:18; 1ª Juan 3:9). Es claro, entonces, quien es el que hace esta obra de regeneración. Pero ahora debemos descubrir como lo hace y que medios usa.

A. LA VISTA PELAGIANA DE LA REGENERACIÓN

De acuerdo al Pelagianismo, Dios da gracia a todos los que oyen predicar la ley y el evangelio. Los que hacen esto son persuadidos a arrepentirse y creer por las promesas del evangelio y las amenazas de la ley. Las cosas que se enseñan y mandan en la ley y en el evangelio se ven como no solamente buenas en si mismas sino totalmente razonables que cualquiera contentamente las recibiría si no fueran tan pre-juiciosos, o deliberadamente escogieran continuar con su vida pecaminosa.
El hombre solo tiene que considerar estas promesas del evangelio y amenazas de la ley para quitar estos prejuicios y así reformarse a si mismo. Cuando el hombre cree al evangelio y lo obedece de su propia libre voluntad y elección, entonces él recibe el don del Espíritu Santo, entra a todos los privilegios del Nuevo Testamento, y tiene un derecho y titulo a todas las promesas concernientes a ambas al presente y la vida futura. Así dicen los Pelagianos.
De este modo el hombre se convierte a si mismo, y la gracia de nuestro Señor Jesucristo y la obra regeneradora del Espíritu Santo son excluidas. Todo lo que se necesita es la habilidad de persuadirlo a que se arrepienta de su pecado y crea y obedezca al evangelio.
Veamos ahora más de cerca esta doctrina del Pelagianismo o libre albedrío. ¿Cómo se persuade a una persona para que deje lo malo y haga lo bueno, de acuerdo al Pelagianismo? La persona es persuadida por las doctrinas, mandamientos, promesas y amenazas que están en la Palabra de Dios. La manera principal por la cual la Palabra de Dios es traída a las almas de los hombres es por el ministerio de la iglesia. La Palabra predicada de Dios es el único medio ordinario externo que el Espíritu Santo usa en la regeneración de un adulto. Esta predicación de la Palabra de Dios es un medio externo lo bastante suficiente para traer a una persona al arrepentimiento y a la fe. La revelación hecha de Dios y su mente es lo bastante suficiente para enseñar a los hombres todo lo que necesitan para creer y hacer, para que puedan convertirse a Dios y empezar a obedecerle.
Así, que primero, si los hombres no responden a la predicación de la doctrina los deja sin excusa (Is. 5:3-5; Pr. 29:1; 2Cr. 36:14-16). Segundo, la regeneración es el resultado de responder a la predicación de la Palabra (1Co. 4:15; Stg.1:18; 1P. 1:23).
¿Que entonces es la índole y el resultado de persuadir a la gente a ser buena? La índole de la obra es de que a la mente del hombre se le enseña la mente y voluntad de Dios y su deber hacia él. En verdad es cierto que el primer propósito de la revelación divina es para informar y alumbrar a la mente y hacernos saber la voluntad de Dios (Mt. 4:15, 16; Lucas 4:18, 19; Hch. 26:16-18; 20:20, 21, 26, 27). A un hombre primero se le debe enseñar la necesidad de la regeneración y lo que se le requiere que él haga al respecto.
Suponiendo que la mente sea alumbrada e informada, entonces cuando la Palabra de Dios es predicada, una obra poderosamente persuasiva atrae al no regenerado a rendirse y a obedecerla. Sí, la Palabra de Dios es poderosamente persuasiva en si misma, pero hasta no nacer de nuevo, el hombre no regenerado no puede y no será persuadido por ella.
Los no regenerados deben ser persuadidos de que estas no son fábulas por arte compuestas. (2Pedro 1:16). Las cosas en la Escritura no son solo verdades, sino verdades divinas. Estas son cosas que la .boca del Señor hablo. Y solo cuando una persona es nacida de nuevo las creerá.
Los no regenerados deben ser persuadidos que las cosas predicadas son buenas, hermosas y excelentes. Deben ser persuadidos que solo la fe en Dios los puede traer a la cúspide de toda felicidad. Deben de ser persuadidos que el único modo de que podrán ser aceptados por Dios, y que el único modo de que él se reconciliará con ellos, es por medio de la fe en la muerte sacrificadora de su Hijo. Deben de ser persuadidos de la depravación pecaminosa de sus almas y de su completa inhabilidad de hacer algún bien aceptable para Dios sin primero haber sido nacido otra vez por su Espíritu. Todas estas verdades son verdades divinas, y por eso la persona que las oye debe de ser convencida que han sido reveladas por alguien que tiene autoridad divina. No solo la mente debe ser persuadida sino también el corazón debe ser activado para desear y la voluntad para abrazar de corazón estas cosas para salvación.
Si la predicación de la Palabra de Dios es hecha con gran elocuencia y habilidad del habla, entonces el hombre será persuadido a arrepentirse y creer, dicen los Pelagianos.
Pero Pablo completamente rechaza esto en su ministerio. El dice, .Y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con demostración del Espíritu y de poder. (1Co. 2:4). Algunos han tratado de hacer que las palabras del Espíritu y de poder signifiquen la habilidad de Pablo para hacer milagros, como una persuasión agregada a los hombres. Pero esto va en contra de toda la enseñanza de Pablo en este capítulo y también en contra del consentimiento de los mejores expositores.
La verdadera efectividad de predicar no esta en la habilidad oratoria astuta del hombre, ni en la habilidad de respaldar las predicaciones haciendo milagros.
Está en las siguientes dos cosas.
PRIMERO la predicación debe de haber sido instituida por Dios. Él a puesto la predicación de su Palabra para ser el único medio externo para la conversión de las almas de los hombres (1ª Co. 1:17-20; Mr.16:15, 16; Ro. 1:16).
SEGUNDO, el poder que hace a la predicación efectiva en los corazones de los hombres para su salvación esta en las manos de Dios únicamente. Para algunos, la predicación es efectiva para salvación, para otros para condenación. Dios también da a sus asignados predicadores especiales dones espirituales y habilidades para predicar su Palabra (Ef. 4:11-13). Así que el poder para persuadir a una persona al arrepentimiento y creer al evangelio por la predicación esta en la voluntad soberna de Dios.
Los Pelagianos y todos los que creen que los pecadores primero se tienen que arrepentir y creer antes de que sean nacidos otra vez dicen que la única obra que el Espíritu Santo hace en la predicación es persuadir con motivos, argumentos y razonamientos dados a la mente natural e ínconversa, y que solo por estos el pecador es convencido y persuadido a arrepentirse. El pecador entonces se arrepiente y cree de su propia libre voluntad y opción.
Pero ya hemos demostrado que la mente del hombre está tan corrupta y depravada, que al menos que la predicación esté acompañada por el poder del Espíritu Santo en la regeneración ningún pecador será persuadido a arrepentirse y creer. Los medios externos de conversión entonces son la predicación de la Palabra de Dios. La obra interna necesaria para persuadir al hombre para que responda a la predicación es la regeneración, la cual es transformadora, no meramente una obra persuasiva hecha en las almas de los hombres por el Espíritu Santo, como ahora lo demostraremos.
Si el Espíritu Santo no hace más que presentar razones, argumentos y motivos para la conversión, la voluntad de la persona no regenerada se mantendrá inmóvil. Si está primero en el no regenerado a arrepentirse y creer antes que el Espíritu Santo haga su obra de regeneración, entonces esto niega que la salvación sea por la gracia soberana de Dios.
Es en verdad cierto que la voluntad de los no regenerados puede resistir y rehusar al evangelio y la gracia que acompaña su predicación. Pero es falso decir que Dios no puede efectuar una obra de gracia en nosotros que no se puede resistir y que infaliblemente lleva a la conversión. Es falso decir que la única obra de gracia que Dios puede hacer en nosotros es la que se puede resistir y rechazar. Es falso decir que la voluntad de los no regenerados puede o no hacer uso de esa gracia de Dios, así como lo desee. Es falso decir que el poder de conversión descansa solo en el pecador, y que Dios no puede regenerar al pecador y traerlo a la conversión sin que el pecador haya primero dado su consentimiento.

B. ESTO ES PELAGIANISMO.

Estas cosas son falsas porque éstas dan toda la gloria de nuestra regeneración y conversión a nosotros mismos y no a la gracia soberana de Dios. Son falsas también porque deja al hombre decidir quien estará en el cielo y quien no. A pesar del propósito de Dios de salvar, y a pesar de la encarnación y redención de Cristo, nadie podría ser salvo y Dios seria frustrado y decepcionado de su voluntad y propósito soberano.
Estas cosas son falsas porque esta enseñanza es contraria a la Escritura, la cual nos dice que la conversión depende de principio a fin en la gracia de Dios (Fil. 2:13). Dios obra en nosotros el querer nuestra conversión, y por su poder soberano la lleva a cabo.
Si la regeneración no es más que persuadir a una persona de ser buena, entonces ninguna fuerza nueva, real, y sobrenatural ha sido conferida en el alma, aunque los prejuicios hayan sido removidos de la mente. De acuerdo a esta enseñanza, el hombre no tiene necesidad de tal poder sobrenatural, porque ha podido por su propio poder, el poder de su voluntad, para vencer a su depravada, pecaminosa y corrupta naturaleza, remover todos los errores y prejuicios de su mente y traerse a si mismo a tal santidad de vida como para hacerse totalmente aceptable a Dios. Este es el poder de la libre voluntad el cual algunos han creído y enseñado. Tales personas niegan que el hombre deba de nacer otra vez antes de que pueda hacer algo agradable y aceptable a Dios.
Algunos enseñan que la gracia de Dios ilumina la mente, y que todo lo que el hombre tiene que hacer es escoger lo bueno que la gracia de Dios le ha ensañado, y entonces esa gracia obrará juntamente con su voluntad y opción y así traer al alma al nuevo nacimiento.
Pero todo lo que la gracia de Dios esta haciendo aquí es alumbrando a la mente, excitando a los deseos y ayudando a la voluntad, y esto solo al persuadir a la persona a arrepentirse y creer. Ninguna fuerza real es impartida al alma. La voluntad es dejada perfectamente libre para cooperar o no con esta gracia, así como lo desee. Esto también niega la gracia entera de Cristo y la hace sin ningún uso en la salvación. Atribuye a la libre voluntad del hombre el honor por su conversión. Hace al hombre darse el nacimiento a si mismo lo cual son tonterías. Destruye la analogía entre la obra del Espíritu Santo al formar el cuerpo natural de Cristo en el vientre y la obra del Espíritu Santo al formar su cuerpo místico en la regeneración. Hace el hecho de vivir para Dios por medio de fe y obediencia ser simplemente un acto natural humano no el resultado de la mediación de Cristo. No permite al Espíritu de Dios mas poder en regenerarnos que el que hay en un ministro que predica la Palabra o el de un orador que elocuentemente y sentimentalmente persuade a una persona de volverse del mal a hacer bien.
Nosotros no oramos a Dios por nada sino por lo que él ha prometido darnos. ¿Acaso alguno entonces ora que Dios meramente lo persuada a él o a otros para que crean y obedezcan? ¿Ora la gente para ser convertidos o para convertirse ellos mismos? La iglesia de Dios siempre ha orado que Dios obre estas cosas en nosotros. Aquellos que verdaderamente están preocupados por sus almas oran que Dios los traiga a un verdadero arrepentimiento y fe, que él benignamente obre estas cosas en sus corazones. Oran que Dios les dé fe por amor de Cristo y lo engrandezca en ellos y que él obre en ellos por la sobresaliente grandeza de su poder ambos el deseo y el hacer de acuerdo a su buena voluntad.
El pensar que por todas estas oraciones, y con todos estos ejemplos de oración dadas a nosotros en la Escritura, no deseamos mas que Dios nos persuada, excite y nos conmueva para obrar por nuestro propio poder y habilidad para traer la respuesta a nuestras oraciones por nuestros propios esfuerzos, es contrario a toda experiencia Cristiana.
Porque para el hombre orar con importunidad, seriedad y con ferviente celo por eso que él es lo bastante capaz de hacer por si mismo, y lo cual no puede ser hecho al menos que él desee que sea hecha por su propia libre opción, es ridículo. Se burlan de Dios los que oran a él para que haga por ellos lo que ellos pueden hacer por si mismos. Supón que un hombre tiene la habilidad para creer y arrepentirse. Supón que su habilidad para creer y arrepentirse este solo en su libre albedrío y que Dios no puede por su gracia obrar en él, sino solo persuadirlo a arrepentirse y creer, y de darle buenas razones porque lo deba de hacer, ¿cual seria el propósito de orar a Dios? ¿Porque pedirle a Dios que le de fe y arrepentimiento?
Es porque muchos creen que tienen en su propio poder el arrepentirse y creer cuando así lo deseen, porque piensan que las oraciones Cristianas son sin uso y tontas.
Pero es igual de fácil persuadir a una persona a regenerarse por medio de persuadirse a si mismo de arrepentirse y creer como lo es de persuadir a un hombre ciego que vea, o un cojo que ande normal o aun muerto que se levante de la tumba.
Conclusión: La obra de regeneración no es el Espíritu Santo persuadiendo a los pecadores a arrepentirse y creer.

C. COMO LA REGENERACIÓN ES CUMPLIDA

Al regenerar a una persona el Espíritu Santo hace uso de la ley y el evangelio. No hay solamente una obra moral sino también una obra directa de cambio de naturaleza del Espíritu Santo en las mentes o almas de los hombres en la regeneración. Esto es de lo que nos debemos sostener, o toda la gloria de la gracia de Dios es perdida y la gracia que viene a nosotros por Cristo será descuidada. Pablo nos dice de esta obra directa del Espíritu: .Para que sepáis cual sea aquella supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, por la operación de la potencia de su fortaleza, la cual obró en Cristo, resucitándole de los muertos. (Ef. 1:18-20). El poder aquí mencionado tiene una supereminente grandeza atribuida, porque por este poder Cristo fue físicamente levantado de los muertos.
Pablo nos deja saber que el mismo gran poder el cual Dios obró en Cristo cuando lo levanto de los muertos es el mismo gran poder el cual el Espíritu Santo obra en nosotros cuando nos levanta de la muerte espiritual a la vida espiritual en la regeneración. Por este mismo gran poder somos preservados por Dios hasta el día de salvación. Es por este mismo gran poder que continuamente obra en los Cristianos que son preservados de jamás caerse como para estar eternamente perdidos.
Es dicho que Dios .hincha de bondad todo buen intento, y toda obra de fe con potencia. (2Ts. 1:11; 2P. 1:3). Por lo tanto en la Escritura la obra de gracia en la conversión se le llama hacer vivo, crear, formar, el dar un corazón nuevo. Todo esto enseña que una verdadera obra se ha hecho en las almas de los hombres. Y todas estas actividades son atribuidas a Dios. Es Dios quien nos crea de nuevo, nos hace vivos y nos engendra de su propia voluntad. Pero cuando la regeneración se refiera a nosotros, estas actividades son expresadas pasivamente. Somos creados en Cristo Jesús. Somos nuevas criaturas. Somos nacidos otra vez. A menos que estas cosas sean forjadas en nosotros por el poder directo de Dios el Espíritu Santo como la Biblia lo dice, tales cosas no podrían posiblemente existir. Así entonces la Escritura claramente nos enseña que el Espíritu Santo sí hace una obra poderosa, efectiva y directa en nuestras almas y mentes cuando nos regenera.
Esta obra es infalible, por la cual quiere decir que no falla en hacer su obra en el que él escoge para regenerar. No puede ser resistida, y siempre es victoriosa. Donde Dios se propone regenerar una persona, esa persona es regenerada y no puede de ningún modo resistir a la voluntad de Dios en la cuestión.
Donde alguna obra de gracia empezada en una persona no tiene como resultado la regeneración y la salvación de esa persona es porque Dios nunca se propuso regenerar a esa persona, y por lo tanto no obró esa obra en él.
Hay un principio doctrinal importante para aprender aquí. Cuando el Espíritu Santo se propone regenerar a una persona, remueve todos los obstáculos, vence toda resistencia y oposición, e infaliblemente produce el resultado que se propuso.
Cuando el Espíritu Santo hace su obra de regeneración en nosotros él obra de acuerdo a la naturaleza de nuestras mentes, corazones y voluntad, no pasando por encima, forzándolos o lastimándolos. Él obra en nuestras almas de acuerdo a su naturaleza, poder y habilidad. Aquí hay algunos ejemplos de la Biblia. .Conviérteme y seré convertido. (Jer. 31:18). Llévame en pos de ti, correremos. (Cnt.1:4). Dios nos acerca con las .cuerdas de un hombre. La obra misma es descrita como persuasión. Dios persuadirá a Jafet. (Gn. 9: 27). La obra también es descrita como .inductiva. .Yo la induciré, y la llevare al desierto, y hablare a su corazón. (Óseas 2:14).
De la misma manera como en estas obras del Espíritu Santo, la regeneración de ninguna manera lastima nuestras facultades naturales.
El Espíritu Santo en nuestra regeneración no forma en la mente, grandes impresiones entusiastas. Ni tampoco obra en nosotros como lo hizo en los profetas, por inspiración especial, por la cual sus mentes y órganos del cuerpo eran meramente instrumentos pasivos, movidos por él por encima de su propia capacidad y actividad natural. Pero él obra en las mentes de los hombres y en y por sus propias actividades naturales, por medio de una influencia e impresión directa forjada en ellos por su poder. .Crea en mi, o Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí. (Sal. 51:10). El Espíritu Santo .obra el querer como el hacer. (Fil. 2:13).
El Espíritu Santo entonces no fuerza o compela a la voluntad. Si la voluntad es forzada, es destruida. En la parábola de la gran cena donde el amo de la casa manda a sus sirvientes a traer mas gente, el dice, .Fuérzalos a entrar. (Lucas 14:23). Esto no quiere decir, .fuérzalos en contra de su voluntad., si no mejor dicho demuestra la seguridad de la invitación invalidando su sorpresa e incredulidad, de que ellos de todas las gentes hubieran sido invitados.
Pero la voluntad del no regenerado esta .ajena a la vida de Dios. (Ef. 4:18). Esto es, esta llena, y poseída por el odio a lo que es espiritualmente bueno. Está en continua oposición a la voluntad de Dios porque está bajo el poder de la .mente carnal la cual es enemistad contra Dios. (Ro. 8:7).
Sin embargo, a pesar de estas cosas, el Espíritu Santo vence toda oposición y triunfa en su obra. Pero, bien podemos preguntar, ¿como se puede hacer esto sin forzar y compeler a la voluntad?
En la obra de la conversión a Dios, hay reacción entre la gracia y la voluntad.
Inicialmente la gracia y la voluntad de los no regenerados están opuestas la una a la otra.
Sin embargo la gracia gana la victoria sobre la rebelde y no regenerada voluntad, por las siguientes razones.
1. La enemistad y oposición de la voluntad no regenerada esta en contra de la gracia así como se le presenta a la voluntad en la Palabra de Dios. De esta forma los hombres resisten al Espíritu porque resisten a la predicación de la gracia. Ahora si la predicación de la gracia es solo presentada a la voluntad, entonces los hombres siempre la resistirán.
2. La enemistad en su corazón prevalecerá en contra de la predicación. Pero la obra de regeneración es una obra interna, transformando nuestra mera naturaleza. Esta obra de regeneración no es predicada a la voluntad y por eso no es resistida por la voluntad, sino obra efectivamente en la voluntad, renovándola maravillosamente.
3. La voluntad, en el primer acto de conversión, no desea o escoge actuar primero y después es regenerada. Mejor dicho primero es renovada por la regeneración y entonces desea o escoge.
4. La voluntad queda pasiva e inerte hasta que es animada por el Espíritu Santo en la regeneración. Hay un acto secreto, todopoderoso e interno de poder produciendo u obrando en nosotros el deseo de ser convertidos a Dios. Este acto de poder obra de tal forma en nuestra voluntad que libremente y felizmente deseamos lo que Dios quiere que nosotros deseemos y escojamos, lo cual es hacer su voluntad.
5. El Espíritu Santo entiende a nuestras almas mas maravillosamente que lo que nosotros jamás pudiéramos. Así que al hacer esta obra de regeneración en nuestras almas él maravillosamente cuida de ellas, las preserva y, de ninguna manera lastimando la libertad de nuestra voluntad, efectivamente obra en ellas la regeneración y conversión a Dios.
Así que aprendemos dos grandes principios bíblicos:
(I) Aprendemos que la obra de conversión misma, especialmente el acto de creer, es expresadamente dicho ser la obra de Dios. Él es el que obra la conversión en nosotros, y él es quien nos da fe.
Nada es dicho en la Escritura sobre algún poder dado al hombre para capacitarlo a creer antes de que crea.
OBJECIÓN: ¿Pero que de Pablo diciendo, .Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Fil 4:13)?
RESPUESTA: Si lees el verso cuidadosamente no encontraras nada en el que nos diga que a la persona no regenerada se le ha dado un poder para capacitarlo para cumplir su primer acto de fe en Cristo. Todo lo que Pablo esta hablando es de un poder en sí mismo como creyente. El regenerado tiene gracia morando en él para recurrir. El no regenerado no tiene tal gracia morando en él.
LA PALABRA DE DIOS CREA FE. La palabra de Dios obra fe en nosotros por una obra de creación (Ef. 2:10; 2Co. 5:17).
La primera obra de Dios en nosotros es de capacitarnos para querer (Fil. 2:13). Ahora el querer creer es creer. Este Dios obra en nosotros por gracia. Él obra en nosotros sin nuestra ayuda, la voluntad siendo pasiva. Pero la voluntad en su propia naturaleza es lo bastante capaz para que el Espíritu Santo obre en ella, quien por su gracia la levanta a la fe y obediencia. Si Dios puede restablecer la vida y salud a un cuerpo muerto, él es bien capaz para restaurar a la voluntad a su propósito original de su creación.
Algunos creen y enseñan que a todos los que se les predica el evangelio se les da el poder para creerlo si así lo desean. Ellos citan Marcos 16:16, que enseña que todos los que no creen al evangelio perecerán eternamente. Pero, se discute, no seria recto que ellos perecieran eternamente al menos que tuvieran el poder para creer al evangelio cuando se les predica.
Los que no creen no tienen remedio para sus pecados (Juan 8:24).
Pero la inhabilidad del hombre para creer es su propia culpa (Juan 12:39).
Los que rechazan al evangelio lo hacen por su propia libre opción (Mt. 23:37; Juan 5:40).
La Escritura claramente enseña que los hombres están completamente incapacitados para creer (Juan 12:39; 1Co. 2:14).
No les es dado a todos los hombres el conocer los misterios del reino celestial, sino solo a algunos (Mt. 11:25; 13:11).
No es de todos la fe. (2 Ts. 3:2).
Solo los escogidos de Dios tienen fe (Tito 1:1; Hch. 13:48).
Seria también engañoso para nosotros que se nos diga en la Escritura que Dios obra la fe en nosotros, si en realidad él no hace semejante cosa (Fil. 1:29; 2:13).
Jesús nos dice que nadie puede venir a él si el Padre no lo trae (Juan 6:65).
Pablo nos dice que la fe por la cual somos salvos .no es de vosotros pues es un don de Dios. (Ef. 2:8).
Seria engañoso que la Biblia nos diga que la fe es un don de Dios para nosotros, si no es su don después de todo, sino algo que nosotros podemos hacer.
DIOS DA ARREPENTIMIENTO: La Biblia claramente enseña que cuando Dios convierte a un pecador por el mismo poder que levantó a Cristo de los muertos, él verdaderamente obra la fe y el arrepentimiento en el pecador (2ª Ti. 2:25; Hch. 11:18).
Es verdadero arrepentimiento y verdadera fe lo que Dios obra en nosotros, y no solo un poder para arrepentirse y creer, el cual podemos escoger si usarlo o no como lo deseemos cuando lo tenemos.
(II) El segundo principio bíblico que aprendemos es que cuando Dios obra la fe y el arrepentimiento en nosotros, lo hace por su poder, y la obra es hecha infaliblemente y no puede ser resistida por la voluntad del hombre. Al hacer esta obra de regeneración, el Espíritu Santo quita todo sentimiento de repugnancia y vence toda resistencia a Cristo y a su evangelio (Dt. 30:6).
Pablo explica lo que es tener un corazón circuncidado (Col. 2:11).
Es el quitar el cuerpo de pecados de la carne por la circuncisión de Cristo, esto es, por nuestra conversión a Dios.
Jamás algún hombre ha circuncidado su corazón. Ningún hombre puede decir que empezó a hacerlo por el poder de su propia voluntad, y después Dios lo ayudo por su gracia. La circuncisión del corazón hecha por el Espíritu Santo quita la ceguera, obstinación y terquedad que está naturalmente en nosotros. La circuncisión del corazón quita todos los prejuicios de la mente y el corazón los cuales estorban y resisten a la conversión. Ahora, si toda esta resistencia y oposición son quitadas, ¿como puede el corazón resistir la obra de gracia? (Véase Ez. 36:26, 27; Jer. 24:7; 31:33, Is. 44:3-5).
¿Esta bien que oremos que Dios haga en nosotros y en otros lo que él ha prometido hacer?
Podemos orar por ambos, por nosotros y otros, que la obra de nuestra conversión sea renovada, continuada y perfeccionada. Pablo dice, .Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo. (Fil. 1:6).
La regeneración es una obra completa y terminada, pero también es el principio de la obra de santificación. Mientras estemos en este mundo la santificación no es una obra completa, y como tal debe de ser continuamente renovada. La santificación es la mortificación continua de los restos del pecado en nosotros y el continuo crecimiento y fortalecimiento de la gracia de Dios en nosotros. Y es correcto que debamos orar por otros por la misma obra que Dios obra en nosotros.
¿Verdaderamente Dios hace en nosotros lo que él prometió hacer?
Si no lo hace, ¿donde esta su veracidad y fidelidad? ¿Prometió él convertirnos solo si nos convertimos nosotros mismos? Si Dios no obra en nosotros como él prometió, es porque no puede, o porque no lo hará. Pero ninguna de estas se puede decir de Dios.
El sujeto de estas promesas es el corazón. Antes de la obra de gracia el corazón es de piedra. No puede hacer nada mas que lo que una piedra puede hacer para agradar a Dios.
Un corazón de piedra es obstinado y terco. Pero Dios dice que él quitará el corazón de piedra (Ez. 11:19).
Él no dice que tratara y lo quitará, o darnos algún poder para que nosotros lo podamos quitar, sino que él lo quitara. Cuando Dios dice que él lo quitará, él quiere decir que él infaliblemente lo quitara y que nada lo puede parar de quitarlo. Él promete darnos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Yo os daré un corazón nuevo. (Ez. 36:26).
Él hace esto para que le temamos y andemos en sus caminos. Él prometió escribir su ley en nuestros corazones. Esto simplemente significa que él pondrá dentro de nosotros una habilidad y poder para andar en obediencia a él (Hechos 16:14).

D. LA GRACIA DE LA REGENERACIÓN

La regeneración es llamada .levantamiento a vida, o dar vida. (Ef. 2:5; Juan 5:25; Ro. 6:11).
La obra misma es nuestra regeneración (Ef. 4:23, 24; Juan 3:6).
El Espíritu Santo obra en la mente: Él da entendimiento (1Juan 5:20).
El hombre por el pecado vino a ser como las bestias, sin entendimiento (Sal. 49:12, 20; Jer. 4:22; Ro. 3:11).
David ora por entendimiento (Sal. 119:34).
Pablo ora para que los creyentes experimenten la revelación de Cristo (Ef. 1:17, 18).
Por esto él quiere decir iluminación subjetiva para que nosotros podamos comprender lo que es revelado, no nuevas revelaciones objetivas. Pablo no ora para que los Cristianos en Éfeso recibieran nuevas revelaciones.
Hay un ojo en el entendimiento del hombre. Este ojo es la habilidad para ver cosas espirituales. A veces es dicho que esta ciego, cerrado en oscuridad. Por estas descripciones se nos enseña que la mente natural no puede conocer a Dios personalmente para salvación, y tampoco puede ver, esto es, discernir cosas espirituales. Es la obra del Espíritu de gracia de abrir este ojo (Lucas 4:18; Hechos 26:18). Él hace esto, primeramente, al darnos el espíritu de sabiduría y revelación. Segundamente, nos da un corazón para conocerle (Jer. 24:7).
Hay entonces en la conversión una obra efectiva, poderosa y creativa del Espíritu Santo en y dentro de las mentes de los hombres, capacitándoles para ver o discernir las cosas espirituales de una manera espiritual. Esto se llama la renovación de nuestras mentes (Ef. 4: 23; Col 3:10; Ro. 12:2; Tito 3:5). Por ello Dios da luz a nuestras mentes (2ª Co. 4:6).
EL ESPÍRITU SANTO OBRA EN LA VOLUNTAD: La frase .muertos en pecado se refiere a la voluntad naturalmente depravada del no regenerado. La voluntad se puede ver de dos modos. Puede ser vista como la facultad vital y racional de nuestras almas, o puede ser vista como un principio libre y gobernante, la libertad siendo de su esencia o naturaleza.
Esta voluntad, entonces, es renovada en nuestra conversión por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo implanta en la voluntad un principio nuevo de vida espiritual y santidad.
Si el Espíritu Santo no obra directamente y efectivamente en la voluntad, si él no crea en la voluntad un nuevo principio gobernante de fe y obediencia, si él no infaliblemente determina todos los actos libres de la voluntad, entonces toda la gloria de nuestra conversión es para nosotros. Entonces seria por nuestra propia libre voluntad obedientemente respondiendo al evangelio que nos haría diferenciarnos de otros que no responden al evangelio. Todas estas semejantes afirmaciones falsas van en contra de las enseñanzas de Pablo (1Co. 4:7).
Si es por nuestra propia libre voluntad y opción que somos salvos, entonces el propósito de Dios de convertir a una sola alma puede ser frustrado. Dios puede determinar salvar a un alma. Pero después que ha hecho todo lo que se debe hacer o puede hacerse para la salvación de esa alma, sin embargo si la voluntad queda sin cambiar, y Dios no puede hacer nada para renovar esa voluntad, el alma no será convertida. Así la voluntad determinada de Dios es frustrada. Esto es contrario a los testimonios de Cristo (Mt. 11:25, 26; Juan 6:37; Ro. 8:29).
Tampoco pueden las promesas que Dios hizo a Jesús concerniente al gran número de gente que creerían en él ser infaliblemente llevadas acabo, si es que es posible que ninguno creería en él. Entonces todo dependería en la libre voluntad indeterminada del hombre si cree en Jesús o no y la salvación seria .de aquel que desea, y de aquel que corre, y no .de Dios que tiene misericordia del que tiene misericordia. (Ro. 9:15, 16).
Por lo tanto hacer al propósito de Dios de salvar por su gracia depender de la voluntad del hombre no es consistente con nosotros ser la .hechura de Dios, criados en Cristo Jesús para buenas obras. (Ef. 2:10).
Ni tampoco, en esta suposición, los hombres conocen lo que oran cuando oran por la conversión propia y de otros a Dios.
Tal obra del Espíritu Santo en nuestra voluntad ya que puede curar y quitar la depravación es por eso necesaria. La voluntad debe ser liberada del estado de muerte espiritual y capacitada para vivir para Dios. La voluntad debe ser renovada y re-establecida a un nuevo principio gobernante de fe y obediencia.
EL ESPÍRITU SANTO NOS HACE CRIATURAS NUEVAS: Todo esto es la obra del Espíritu Santo. Él nos trae, los que estábamos muertos en delitos y pecados, a la vida. Él nos da un corazón nuevo y pone un espíritu nuevo en nosotros. Él escribe su ley en nuestros corazones, para que sepamos y hagamos la voluntad de Dios y así caminar en sus caminos. Él obra en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad. Hace a los indispuestos y obstinados a querer y ser obedientes, y eso por su propia libre voluntad y opción.
De la misma forma, él implanta en nuestros corazones un prevaleciente amor a Dios, causando al alma a aferrarse a él y a sus caminos con deleite y satisfacción (Dt. 30:6; Col 2:11).
Por naturaleza, el corazón esta depravado, para que la mente y la voluntad deseen llenar las concupiscencias que están en él. (Ga. 5:24; Sant. 1:14, 15), pero el Espíritu Santo circuncida el corazón con sus concupiscencias y deseos, y nos llena con amor santo y espiritual, gozo, temor y deleite. El Espíritu Santo no cambia la esencia de nuestros deseos pero los santifica y los guía por su luz salvadora y sabiduría. Por medio de esto él une los deseos con su objeto propio el cual es Cristo.
CONCLUSIÓN.

La regeneración es claramente atribuida en las Escrituras a Dios o específicamente a su Espíritu (1P. 1:3; Stg. 1:18; Juan 3:5, 6, 8; 1Juan 3:9). La Escritura excluye a la voluntad del hombre de cualquier parte activa en la regeneración (1P. 1:23; Juan 1:13; Mt. 16:17; Tito 3:5; Ef. 2:9, 10)