SANTIDAD Y LA OBRA DE CRISTO.

INTRODUCCIÓN

Una razón por la que Dios envió a su Hijo al mundo fue para traer de regreso a hombres caídos a un estado de santidad. Jesucristo vino a destruir las obras del diablo (1ª Juan 3:8; 1ª Ti. 3:16). Por lo tanto fue ungido para los ministerios de sacerdote, profeta y rey. Sacerdote
Cristo llevó acabo su oficio sacerdotal de dos maneras.
PRIMERAMENTE, al ofrecerse a sí mismo como el sacrificio para nuestros pecados, y:
SEGUNDO, al interceder por su gente.
El oficio sacerdotal de Cristo fue primero ejercitado hacia Dios en el ofrecimiento de sí mismo a él como expiación por los pecados de su gente, así satisfaciendo la justicia de Dios y haciendo posible para él ser reconciliado con los pecadores. No podríamos ser salvos o santificados si Cristo no hubiera expiado por nuestros pecados y la justicia de Dios no hubiera sido satisfecha.
El oficio sacerdotal de Cristo fue en segundo lugar para su gente. Él es el que trae justificación y perdón de pecado a su gente y él es quien por su Espíritu santifica a su gente y los hace santos (Tito 2:14; Ef. 5:2; He. 1:3; 9:14; Ap. 1:5).
El oficio sacerdotal de Cristo fue también para hacer intercesión por su gente (1ª Juan 2:1, 2; Juan 17:15, 17). Él intercede por su gente de que sus pecados puedan ser perdonados por virtud de su ofrecimiento de si mismo, y por lo tanto él es nuestro abogado con Dios para consolarnos cuando estamos inesperadamente atrapados en el pecado. Pero Cristo también intercede por su gente para que ellos sean constantemente proveídos con gracia y el Espíritu Santo para que ellos puedan ser y sean mantenidos santos.
PROFETA: Cristo vino a enseñar a su gente y para guiarlos a toda verdad.
Cristo enseñó la verdad entera sobre su Padre dando una revelación entera de su nombre, amor, gracia, bondad y verdad y también la verdad entera de los mandamientos y voluntad de su Padre (Juan 1:18; 3:2; 17:6).
PRIMERAMENTE, vemos su obra profética a la casa de Israel. Vino a declarar, exponer y vindicar los mandamientos divinos los cuales Dios les había dado para guiarlos a una vida de obediencia santa. Pero la gente, no siendo espiritual, había grandemente malentendido y malinterpretado la ley del Antiguo Testamento y la había enterrado bajo el escombro de sus tradiciones vanas. Habían hecho a la ley estar de acuerdo con sus codicias y sus pecados y la habían interpretado de tal manera que los liberaba de obediencia a ella.
Cristo enseñó la naturaleza interna y espiritual de la ley. Él declaró el verdadero significado de sus mandamientos (Mt. 5:21, 22, 27, 28). El sermón del monte fue el principio de su ministerio profético.
SEGUNDO, su oficio profético es para toda la iglesia a través de todas las edades. Esto incluye el ministerio de los apóstoles. El ministerio profético de Cristo enseña los deberes de santidad los cuales, aunque generalmente se encontraban en la ley, sin embargo jamás se hubieran conocido como deberes en su naturaleza especial excepto por medio de su enseñanza. Él enseñó la fe en Dios por medio de él. Enseñó amor fraternal entre Cristianos porque son Cristianos. Enseñó el negarse a si mismo al tomar la cruz devolver bien por mal y amar a nuestros enemigos. También enseñó todas esas ordenanzas de adoración en las cuales nuestra obediencia y santidad dependen (Tito 2:11, 12).
Cristo enseñó tres cosas en su doctrina de obediencia.
LA PRIMERA cosa que él enseñó fue que la obediencia debe de ser desde el corazón .La renovación de nuestras almas en todas sus facultades, movimientos y comportamiento externo, formándonos a la imagen de Dios, sale del corazón regenerado (Juan 3:3, 5; Ef. 4:22-24).
LA SEGUNDA cosa que él enseñó fue que la obediencia debe de ser a toda la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es la regla perfecta de santidad y obediencia, y debe ser obedecida en su totalidad.
LA TERCERA cosa que enseñó fue que no hay ninguna excusa para desobedecer. Los mandamientos de Dios son claros, prueban por si mismos que son divinos y vienen con todo el respaldo de la autoridad de Dios.
Las enseñanzas de Cristo están muy por encima de todas la enseñanzas del hombre
(Job. 36:22). Somos enseñados de Dios cuando somos enseñados por Cristo. La sabiduría más alta del hombre jamás alcanzo el nivel de santidad el cual Cristo enseño. Las filosofías humanas nunca enseñaron cómo nuestras almas pueden ser renovadas y cambiadas de su naturaleza pecaminosa y corrupta a la imagen y semejanza de Dios.
Los grandes moralistas tuvieron sin fin e inseguras disputas sobre la naturaleza de la virtud en general, sobre su estado oficial y a los deberes que nos llama y sobre la regla y la norma de la virtud verdadera. Pero lo que se nos manda por Cristo Jesús nos deja sin duda si es o no es una regla infalible para nosotros recibir.
Las mejores normas de deber dadas por la luz natural más grande del hombre son todavía parciales y oscuras, mientras que la norma de obediencia de Cristo es clara en incluye al hombre entero.
Cristo enseñó con autoridad y vino con el poder y la habilidad necesarias para llevar acabo su propósito. Palabras atractivas, suavidad y elegancia de lenguaje para atraer los sentimientos y deleitar la imaginación del hombre son la gracia, ornamento y vida de las enseñanzas del mundo. Pero con Cristo no hubo búsqueda para alagar al hombre o algún deseo para ganar su aplauso o alabanza. Cristo .les enseñó como uno que tiene autoridad, y no como los escribas. (Mat 7:29). La gente .se maravilló de las palabras de gracia que salían de su boca. (Lc. 4:22). .Nunca ha hablado hombre así como este hombre. (Juan 7:46).
Las palabras de Cristo tenían poder para cambiar las vidas y corazones de los hombres, así como hoy día todavía tienen.
REY: Esto también fue para nuestra santidad. Como rey él somete a nuestros enemigos y mantiene a nuestras almas de ser destruidas por ellos. Los enemigos que Cristo somete son nuestras codicias, nuestros pecados y nuestras tentaciones.
Como rey, hace a sus súbditos libres para servir al Dios vivo. Él mantiene a su gente a salvo para siempre. Los capacita a amarse los unos a los otros y vivir en paz uno con el otro. Pone su reino en sus corazones y galardona su obediencia pero sobre todo hace a su gente santa.
CONCLUSIÓN.: Que necio seria el permanecer impío y sin embargo pensar que Cristo nos ha recibido.
Esto no solo es engañar a nuestras almas sino también deshonrar a Cristo y a su evangelio (Fil.3:18, 19).

Por lo tanto ahora, déjame examinarme. ¿He confiado en él como mi sacerdote? ¿He aprendido de él como mi profeta? ¿Me he sometido a él como mi rey? Si lo he hecho, entonces debo hacer cada esfuerzo para caminar así como él camino-en obediencia santa a Dios (1Juan 2:6).